"Esos fanáticos de lo naif, de las caricaturas, de las fantasías más delirantes, asumen que, si no hay corridas, los toros “se salvan”, y que entonces podrán vivir “felices”, quizá olfateando tulipanes holandeses y bebiendo chocolate suizo, es decir que parecen empeñarse en vivir el sueño ridículo de que existe un lugar idílico donde los toros de lidia que no van a las corridas dejan de ser lo que son y se convierten en inofensivas mascotas con las que podrían retozar mientras mil mariposas revolotean al rededor".
Se anuncia que este año no habrá Feria del Señor de los Milagros y, claro, los antitaurinos más obtusos y bullangueros, que constituyen una excrecencia morbosa de esa afección mental que es el animalismo, expresan en las redes su entusiasmo sin el más mínimo ejercicio de reflexión. Se desgañitan afirmando que, supuestamente, los toros “se salvarán”, que la crueldad se acabó, que no habrá más tortura. Es decir, en esos cráneos deshabitados, aparte de vagabundear el ridículo fantasma de los conceptos espurios, no cabe siquiera la más obvia de las verdades: no hay nada más perjudicial para los toros de lidia que la suspensión de una feria taurina. Es que, claro, animalistas y antitaurinos -los del ala politiquera, sobre todo- no van a ocuparse de la subsistencia de los toros en el hábitat privilegiado donde son criados, ni siquiera van a preocuparse de ello, sino que la causa de sus más hondas satisfacciones está en la simple desaparición de una realidad que ofende su retorcida forma de percibir las cosas, es decir las corridas de toros, esos bellísimos espectáculos artísticos en los que solo alcanzan a ver lo que sus gigantescos prejuicios les permiten.