En su cuarto año como matador, Joaquín Galdós irradia madurez con su capote cada vez que pisa una plaza. Regresa a Acho para tentar nuevamente el Escapulario de Oro de la Feria del Señor de los Milagros. Disfrutaremos de un torero en su plenitud.
(Escribe: John Santa Cruz / Fotos: Verónica Domínguez De Gea)
Aún tengo en la retina los capotazos que Joaquín Galdós le pegó a Garavito, aquel toro de Puerto de San Lorenzo (España) que saltó al ruedo de Acho con número 139 y con 555 kilos bien puestos. Aquella tarde el peruano destacó sobre los consagrados Morante y Manzanares, y esto lo encaminó a alzarse con el Escapulario de Oro de la Feria del Señor de los Milagros del año pasado. Creo que fue un antes y un después para el joven matador, ya que logro sacarse el letrero de promesa con su gente en los tendidos para convertirse en toda una grata realidad. Ya pasaron doce meses desde aquella tarde, y ahora que estamos a puertas del inicio de vivir otra vez Acho, Galdós retorna cuajado luego de una destacada temporada europea, con varias orejas en su haber y algunas corneadas difíciles de olvidar, como la que recibió en Bayona (Francia), durante La Quinta de la Feria del Atlántica. Aquella tarde soleada, luego de redondear una oreja con el sexto toro, recibió una cornada muy grave en la cara interna del muslo derecho, con tres trayectorias de 30, 20 y 10 centímetros, cuando se dispuso a matar. Momentos duros en su carrera, pero que lo terminan de perfilar.