El toro, eje de la diversidad cultural que hoy discute el Tribunal Constitucional. Si se prohibieran o se adulterasen los festejos taurinos ● Significaría su total exterminación.
(Por: Pablo J. Gómez Debarbieri)
El ganado bravo en Paiján, fiero guardián de la ecología del bosque seco de algarrobos en Paiján, en el norte del Perú.
(Foto: Pablo J. Gómez Debarbieri)
(Foto: Pablo J. Gómez Debarbieri)
El toro de lidia es un animal totémico, por su fuerza y bravura. Muchos pueblos lo asocian, en su imaginario cultural, con la fertilidad y el valor. Su selección y crianza, a lo largo de los siglos, ha creado un tesoro genético que solo existe en países con tradición taurina. ¿Por qué solo donde se celebran festejos taurinos? Lo veremos.
−Ni carne ni leche−
La rentabilidad del ganado de lidia para carne o leche es ínfima, frente a lo que requieren: esmerada alimentación, como atletas; dedicado cuidado y difícil manejo, por ser bravos y agresivos.
La esencia de la diversidad cultural que representa la tauromaquia es el ganado de lidia. Diversidad y cultura que consagran UNESCO, tratados internacionales de los que el Perú forma parte y la Constitución. Sin el toro, desaparecería parte importante del respeto a la cultura de las minorías que nuestra carta magna reconoce como derecho fundamental.
Más de cuatro millones de peruanos consideran que los toros son parte de su cultura y festividades. Numerosísima minoría que vería vulnerado su derecho fundamental y constitucional a la cultura si se prohibiese o adulterase la tauromaquia.
Toros y novillos entre los algarrobos, en Paiján.
−Exterminio masivo−
De prohibirse la tauromaquia, explícita o implícitamente, habría que exterminar masivamente centenares de miles de animales de lidia en el Perú: toros, novillos, becerros y vacas.
Eliminar la tauromaquia por decreto o por una sentencia que pretendiese legislar cómo debería ser la lidia –eliminando, por ejemplo, la muerte en el ruedo o la puya− acabaría, de hecho, con la esencia de la cultura que esta representa.
En consecuencia, quien lo hiciera sería responsable de la eliminación masiva de ese tesoro genético, con nocturnidad y alevosía, en los mataderos.
Novillos disfrutando de su libertad y envidiables condiciones de vida, en Camponuevo, al norte de Lima.
−Animal heterocigoto−
La ganadería de bravo puede ser muy frustrante y sacrificada; solo es posible si se ama al toro de lidia, que a diferencia de los animales de granja como los pollos de carne, es heterocigoto. Por el contrario, todos los pollos o gallinas ponedoras son idénticos: su carga genética es igual en ambos cigotos. Por eso, criarlos apiñados y matarlos por millones, es como una línea de producción en serie.
Pero el toro de lidia, no. De un gran toro y una vaca sobresaliente pueden nacer, indistintamente, toros bravos o menos buenos. El ganadero no lo sabrá hasta que el astado cumpla cuatro años y vaya a la plaza o se le tiente en la ganadería. Hasta entonces, el toro habrá vivido a cuerpo de rey, en una enorme extensión de campo, ilusionando a su criador, que podría llevarse, al ver su lidia, una gran desilusión.
En Camponuevo, un toro con una punta de vacas, en medio del campo.
−Sumamente costosa−
Después de la reforma agraria de 1968, desaparecieron en la costa fincas medianas y grandes, donde se pudiera criar ganado bravo con pastos naturales. Por eso, hoy los ganaderos se ven obligados a comprar alimento para sus animales, encareciendo la crianza.
Rafael Puga y Hernán Velarde sacan cuentas de lo que les cuesta mantener sus ganaderías −Camponuevo y La Centinela− y lo comparan con lo que obtendrían si dedicaran sus tierras a frutales para exportar: lo hacen solo por su gran afición.
Alfredo Galdós, en Santa Rosa, compatibiliza ambas cosas: cultivos de exportación y ganado de lidia, pero a las reses le compra costosa alimentación.
Aníbal Vásquez, padre e hijo, crían en una extensión mayor, pero es un bosque seco del norte y tienen que alimentarlos a un elevado costo.
No se los llevan a la sierra, donde hay extensiones mayores con pasto, pues es casi imposible conseguir allí fundos grandes debidamente titulados.
Vacas y becerros en Santa Rosa, al norte de Lima, disfrutando de una crianza extensiva, no intensiva ni apiñada, como en el caso de los animales de engorde o de leche.
−Guardián de la ecología−
El ganado de lidia vive en condiciones envidiables y en extensos campos, muy distintas que la de los pobres animales para engorde. No pueden vivir encerrados; es necesario criarlos en espacios que, en la práctica, se han vuelto paraísos naturales y ecológicos.
Si se exterminase –obligadamente− el ganado de lidia ¿quién mantendría la ecología de esos lugares? Nadie.
GANADERÍAS DEL PERÚ PROFUNDO
Por un toro, siete a cuerpo de rey.
Con el avasallador auge popular de la tauromaquia en la sierra sur del Perú, han aparecido en Ayacucho, Apurímac, Cusco, Arequipa y Puno centenares de nuevas ganaderías de bravo. Empezaron con simiente de prestigiosos hierros locales, pero luego importaron reses de Colombia y España.
Esos ganaderos del Perú profundo los crían, con cuidado y desvelos, en parajes maravillosos de nuestra serranía.
−Siete por uno−
Por cada toro que va a la plaza, quedan en la ganadería siete animales −vacas, becerros y becerras− que jamás serán liadidos y vivirán, para siempre, en condiciones envidiables. ¿Quién se anima, algún magistrado del TC, a decretar el exterminio de centenares de miles de reses?