Una buena corrida de El Olivar a la que había que descubrir y torear con cabeza y mucho aguante, con un magnífico 5°, encastado y bravo que se le fue con las orejas a Alfonso de Lima. Los españoles no justificaron su caché de toreros de grandes ferias y nuestro crédito nacional tampoco pudo salir de Acho en apoteosis. Sólo el indulto pudo abrirle la puerta grande al joven Álvaro Lorenzo, en una de las decisiones más grotescas de la historia de Acho.
(Juan Medrano ChavarrÍa)
Bien presentada, redonda, policromática con sus bellas capas relucientes al sol, aunque justitos de cara, así saltaron los toros norteños al albero de Acho, a escribir su historia en pos de la grandeza. El ganadero se esmeró y los toros se movieron, pero faltó conjunción y el espectáculo no logró el esplendor porque a los toreros les faltó esa cuota de entrega y conocimiento indispensable para cuajar y emocionar. Se vio la mano del criador, que con personalidad y un concepto propio va por el camino correcto y en la senda que cuesta mucho vislumbrar a los ganaderos de bravo.