La evolución y el futuro de la tauromaquia.
En cada época ha habido aficionados pesimistas. Pero con la debida perspectiva histórica, la visión es otra.
(Pablo J. Gómez Debarbieri)
El toro de lidia y sus encastes. La supuesta monotonía que imponen las figuras. El adocenamiento y poca variedad de tantos toreros. ¿Es todo ello −considerado por algunos la némesis del toreo− algo cierto o son solo comentarios derrotistas de aficionados que carecen, en su análisis, de la debida perspectiva histórica? ¿Todos los toreros, antaño, tenían una personalidad distinta o solo las figuras de cada época?
Foto: Enrique Ponce en la plaza de toros de Valencia.
El toreo evoluciona, pero los toros se seleccionan en consecuencia; muletazos así hubieran sido impensables hace cien años.
−Las artes evolucionan−
Todas las artes evolucionan con el tiempo. La tauromaquia no es la excepción. Pero en el toreo no basta un mero cambio en la técnica o en la concepción de la creación artística; hace falta, de forma fundamental, una transformación del material que el artista moldea: el toro de lidia. Resulta evidente, además, que siendo el toro un animal indómito, una fiera impredecible, esa evolución del arte se debe adaptar a las condiciones de los astados que lidian aquellos diestros, que a lo largo de la historia, han transformado y reconvertido el toreo...
Foto: Archivo histórico de la BNE
Guerrita igualando al toro.
Para no remontarnos en exceso al pasado, empecemos con Rafael Guerra ‘Guerrita’, la gran figura de fines del siglo XIX. En aquella época, los toros no tenían, ni por asomo, la regularidad que vemos hoy en los ruedos. Los mansos perdidos eran algo común; no acudían a los capotes, eludían los caballos y eran fogueados en banderillas. El fogueo −rehiletes que explotaban al colocarse−, es algo que los aficionados modernos ni imaginan. Ya prohibido en España, los aficionados limeños, entonces jóvenes, lo llegamos a ver en Acho, en la década de 1960.
Foto: Archivo BNE
Guerrita y Joselito (al centro) con un grupo de personas.
Hubo también toros legendarios, que tomaban más de diez varas. ¿Pero, con flacos jamelgos sin peto, eran equivalentes a las varas de hoy? Para nada. Y ninguno de aquellos astados hubiera permitido el toreo actual.
‘Guerrita’ impuso su toro preferido y los ganaderos solían echarlos en quinto lugar, pues algún otro torero abría plaza y el Guerra solía reflotar las corridas que no iban bien, lidiando aquel “quinto que nunca era malo”.
−El pleito de los Miura−
En 1908, Ricardo Torres ‘Bombita’ y Rafael González ‘Machaquito’ escribieron una carta, a la que se adhirieron los toreros más importantes, declarando que cobrarían el doble por matar miuras, pues “daban más trabajo”. Los ganaderos, adinerados, poderosos y aristócratas, desbarataron aquel intento de los entonces, socialmente, muy inferiores toreros.
Foto: Archivo BNE
Machaquito, Ricardo Bombita y Antonio Fuentes (de izq. a der.)
−En hombros de gigantes−
La alternativa de Belmonte (ver recuadro), inicio del fin del toreo para los pesimistas de entonces, fue la mecha que encendió la innovación. El genio del trianero lo hizo descubrir que avanzar, contra toda lógica, hacia el pitón contrario, aparentemente exponiéndose aun más, le permitía conducir la embestida del toro con la muleta sin tener que moverse. Aquello enloqueció al público, que al comienzo no entendía el porqué de aquel fenómeno.
Foto: Archivo BNE
Belmonte citando, cruzado, para torear al natural.
Natural de Belmonte.
José Gómez ‘Joselito’, la gran figura de entonces, lo comprendió al instante y empezó a exigir a los ganaderos un toro que, con mayor regularidad, permitiese torear así.
Foto: Corrochano – Qué es torear.
Natural de Joselito.
Caído José −en 1920, atravesado por las astas de ‘Bailaor’−, Belmonte le dio la alternativa, en 1929, a Manuel Jiménez ‘Chicuelo’, inventor de la chicuelina. Este, en Madrid en 1928, le hizo al toro ‘Corchaíto’ de Graciliano Pérez Tabernero la primera faena de muleta de la era moderna, ligando naturales en redondo, solo girando sobre los talones. Chicuelo le dio la alternativa a Manolete, en 1939, y el círculo de la transformación del toreo terminó de cerrarse.
Fotos: Archivo BNE
Chicuelo citando, cruzado, al natural.
Naturales de Chicuelo a Corchaíto de Pérez Tabernero.
Encadenados, Belmonte y Joselito o Joselito y Belmonte, Chicuelo y por último, Manolete, parieron el toreo que hoy conocemos. Ordóñez lo redondeó. Pero todos, con toros mejor seleccionados, cada vez más aparentes para las faenas de cada época. Manolete prefería los de Núñez y Ordóñez los murubes.
Foto: Plaza México
Natural de Manolete
La frase de Newton, de montarse en hombros de gigantes para progresar se dio en la tauromaquia del siglo XX y sigue aún vigente.
Ordoñez al natural.
Tras Ordóñez, un grupo de grandes toreros consolidó la evolución, que luego Ojeda volvió a revolucionar. Hoy, Ponce y El Juli son los dos pilares que siguen transformando la tauromaquia.
LA NECESARIA PERSPECTIVA
El futuro de la tauromaquia
Es cierto que la tauromaquia hoy se encuentra sujeta a ataques de animalistas que sin comprenderla, la quisieran eliminar. Tampoco es algo nuevo. Ha sucedido siempre, aunque tal vez hoy las redes sociales lo amplifican, dándole una inquietante e irreal resonancia.
Dicen los aficionados más pesimistas que con el toro de hoy, el toreo tiene los días contados. Lo mismo se decía hace cien y ciento cincuenta años. La alternativa de Juan Belmonte, en Madrid −¡en 1913!−, fue un escándalo por el precio de las entradas y por culpa de la mansedumbre y escaso trapío de las reses. El público invadió el ruedo y aquello fue una barahúnda que parecía asegurar el pronto final de la tauromaquia.
Foto: ABC
El público madrileño se amotinó y se lanzó al ruedo con el toro en el redondel.
La supuesta monotonía de los encastes actuales
Distintos encastes, con muy diferentes comportamientos, pero ¿se entienden?
Gracias a la evolución del toreo, los toros van cambiando, adaptándose al toreo que el público desea ver. ¿Hay actualmente un exceso de toros de encaste Domecq? Tal vez, pero cada ganadero le ha dado un espíritu diferente a sus toros. Lo de Juan Pedro no se parece a lo de Jandilla o Fuente Ymbro, ni eso es igual a Victoriano del Río, Matilla o Daniel Ruiz, entre muchos otros.
Las corridas duras, de otros encastes, son interesantes, pero el gran público no las entiende. Solo están al alcance de ciertos aficionados que aceptan el toreo defensivo y muchas veces, sobre las piernas. Que disfrutan viendo al toro antes que al torero.
Pero esos ganaderos de corridas duras –por mencionar solo a dos que crían saltillos− como Adolfo Martín o José Escolar, darían lo que fuera por ser Victorino Martín, solo durante un fin de semana. A pesar de que Victorino, para presentar algunos toros con clase y que embisten por derecho, tenga que pagar el precio, eventualmente, de presentar ciertas corridas blandas.
¿Y la personalidad de los toreros? Las figuras de antaño la tenían y las actuales también la tienen. Pero siempre ha habido pocos con marcada personalidad y tras ellos, muchos otros que solo han seguido la pauta de esas figuras.
La tauromaquia tiene mucho más futuro que el que muchos presagian.
Foto: Plaza de la Maestranza
Cobradiezmos de Victorino: ¿toro duro o con excesiva clase?