El diestro peruano Andrés Roca Rey salió hoy por la puerta grande de la plaza de toros La Santamaría tras cortar dos orejas al tercero de la tarde en la penúltima corrida de la temporada bogotana.
(Foto: Verónica Sierra)
Alternó con el francés Sebastián Castella, ovacionado, y el colombiano Luis Miguel Castrillón, quien se hizo con un trofeo en la lidia del primero de la tarde. La corrida de la ganadería de Juan Bernardo Caicedo fue complicada.
Seis toros de la ganadería Juan Bernardo Caicedo, desiguales de presentación y complicados, en términos generales.
Sebastián Castella (rosa y oro): trasera, saludo. Trasera y dos vueltas al ruedo, luego de clamorosa petición.
Luis Miguel Castrillón (marfil y oro): espadazo y oreja. Espadazo y división de opiniones.
Andrés Roca Rey (oliva y oro): espadazo fulminante, dos orejas. Tres pinchazos y tres intentos de descabello. Palmas.
La penúltima corrida del abono bogotano tuvo nombre propio, el valor de los toreros para conducir la tarde por el camino de las emociones, ante un complejo encierro de la ganadería de Juan Bernardo Caicedo.
Pero si de poner en mayúsculas a los autores se trata, hay que comenzar por el peruano Andrés Roca Rey, quien sembró en la arena de la Santamaría el comienzo de la que debe ser una larga relación con los aficionados de la capital colombiana.
El valor y la temeridad, más la voluntad, hicieron de la lidia del tercer ejemplar de la corrida una lección de pundonor torero.
Eso sí, con un hecho determinante, el de resolver los problemas que el toro antepuso en los diferentes tercios.
La estocada de colección refrendó la tarea para ver asomar los dos pañuelos en el palco presidencial
En el sexto, Roca Rey aprovechó las mayores posibilidades de la res para hacer una faena limpia que no pudo rematar de manera adecuada con los aceros. Igual, la victoria ya era suya.
Para Sebastián Castella todo pudo ser diferente a marcharse en blanco. En realidad, el hecho de que eso haya sucedido tiene un responsable, el presidente de la corrida, que le negó, al menos, un trofeo y quién sabe si dos, tras la lucha a brazo partido frente al cuarto del festejo.
Fue un todo o nada en el que, incluso, resultó cogido, sin consecuencias, tras intentar un quite.
A partir de ahí, el duelo se vivió con la sensación inminente de volver a ser presa del toro, con el de Béziers pisando terrenos de no creer.
Pero el valor no estaba en las cuentas de usía y fue el público quien lo condecoró con dos vueltas al ruedo. En su primero, poco pudo hacer, más aún cuando el toro se rajó.
El colombiano Luis Miguel Castrillón confirmó su alternativa y, en ese turno, cortó oreja, tras una labor de temple y sin afanes, ante un toro que no terminó por romper. En el otro, quinto, hubo altibajos. Las cosas no terminaron por redondear una obra y el público finalizó distante.