Un hombre de voluntad inquebrantable, cría toros bravos en la zona más agreste del Centro del Perú; entre quebradas, riscos y peñas, repasa a caballo, tal verdadero vaquero, la camada de machos de ascendencia mexicana que lidiarán en las ferias más importantes de la región.
(Desde Junín, textos y fotos de Juan Medrano Chavarría)
Shashitacana es el vocablo quechua que designa el fundo de más de cien hectáreas, donde don Wilmer Cajahuanca Castillo, propietario de la ganadería Rancho Verde, cría toros bravos a más de 4,000 metros de altitud. Estas oquedades que lucen verdes entre las quebradas y humedales que dominan el paisaje, distan unos 10 kilómetros de Junín y su histórica pampa, donde hace casi doscientos años combatientes del pueblo sellaron la gesta independentista contra el colonialismo español.
La visita es fortuita. Nuestro destino era Huancavelica pero los huaycos cerraron la Carretera Central y hubo de aguardar en Junín la refacción de la vía para volver. Y qué mejor que acudir a un antiguo amigo para sobrellevar la soledad de aquellas frígidas estancias, degustar el campo, respirar aire puro y vivir emociones únicas e irrepetibles.
Llueve pero no es un invierno normal. Hay semanas secas que alternan con otras de aguacero moderado, suficiente para que los cultivos de maca, quinua y kiwicha se afiancen a la tierra y florezcan los frutos. Los toros, unos treinta machos, se solazan en las laderas de los cerros contrastando con sus pelajes el gris oscuro de la frígida cordillera.
“Mi padre criaba ganado de carne y también cierta punta de toros cuneros que desde siempre se encontraban por aquí. A mí me gustaba ser torero y me convertí en banderillero, luego decidí continuar la afición de mi padre y mejorar la actividad. Tras quince años de trabajo he logrado una vacada y sementales de pura casta, cuyos productos se lidian en plazas como San Pedro de Cajas, Lanceros de Junín y en portátiles de Lima”, señala con entusiasmo el joven y promisorio ganadero.
Quedamos azorados con el paisaje y el agua cristalina que discurre por los riachuelos y la gran cascada, a cuyo pie camina la manada de machos, que acomodan sus cornamentas para la foto. Una grata visita, inolvidable y gratificante, por cierto.
Este es el obelisco de Junín...
Dedicado a los héroes anónimos que en esta fría pampa entregaron sus vidas por nuestra independencia; que hasta hoy no se da, por el neocolonislismo que impide nuestro desarrollo como país soberano.
Manada de machos arreados por los vaqueros de Rancho Verde...
Entre humedales y pequeñas lagunas...
Lucen hermosos, con pelos típicos de la sangre mexicana...
Al pie de la gran cascada que domina el paisaje...
Muy cercana a esta pintoresca capilla de piedra erigida en honor al Señor de Paccha, que data de 1905...
Y en el epílogo de la visita, nos refrescamos con el ganadero y sus vaqueros.