jueves, 4 de junio de 2015

EL PERUANO ROCA REY ASOMBRA Y TRIUNFA EN LA MAESTRANZA DE SEVILLA

El novillero peruano cortó una oreja del segundo de la tarde, un ejemplar manso, reservón y aplomado al que supo tocar todas las teclas. Con el quinto, que le hirió al entrar a matar, volvió a meterse al público en el bolsillo entregándose a tope en una labor de intensidad creciente que remató por luquecinas.

(El País)


El novillero peruano Andrés Roca Rey, que cortó dos orejas, fue el triunfador del festejo de abono celebrado en la plaza de la Maestranza de Sevilla, en el que el murciano Filiberto obtuvo un apéndice y el sevillano Pablo Aguado se entregó y fue cogido dos veces por el sexto, que afortunadamente no consiguió herirlo.

Con menos de media entrada, se lidiaron novillos de Villamarta, correctamente presentados. El primero, de noble pitón izquierdo, acusó un fuerte puyazo. El segundo resultó manso, aplomado y reservón. El tercero tuvo movilidad, pero le faltó auténtica entrega. La mejor virtud del cuarto fue su capacidad de humillar. El quinto resultó potable, y el sexto fue muy deslucido y peligroso en la muleta.

El balance artístico fue el siguiente: Filiberto, ovación y oreja; Andrés Roca Rey, oreja y oreja y Pablo Aguado, ovación y oreja.

Roca Rey pasó a la enfermería después de pasear la oreja del quinto. El parte médico señala que fue atendido de herida inciso contusa sobre bolsa escrotal con contusión testicular, limpieza y sutura de la herida. Pronóstico leve.

El murciano Filiberto sorteó en primer lugar un noble ejemplar que acusó el fortísimo puyazo recibido. La faena, correcta, no logró levantar el vuelo. Con el cuarto, que humilló mucho y bien, pudo torear con trazo largo, firmeza y excelente corte.

Roca Rey, que debutaba en Sevilla, asombró por su pasmoso valor. El novillero peruano cortó una oreja del segundo de la tarde, un ejemplar manso, reservón y aplomado al que supo tocar todas las teclas. Con el quinto, que le hirió al entrar a matar, volvió a meterse al público en el bolsillo entregándose a tope en una labor de intensidad creciente que remató por luquecinas.

Repetía en la plaza de la Maestranza el sevillano Pablo Aguado, que sólo pudo esbozar su calidad muletera con un tercero informal y de movilidad engañosa al que mató de una estocada fulminante después de pinchar en el primer intento. Recibió con tres faroles en los medios al sexto, que le propinó una fortísima voltereta. Fue lo mejor de una labor escenificada en el filo de la navaja que caló con fuerza en el tendido.


Andrés Roca Rey