El día 30 la Plaza de Acho, eje por el que Unesco declaró a Lima Patrimonio Cultural de la Humanidad, cumplirá 249 años; solo restan 53 semanas para sus 250 años.
(Pablo J. Gómez Debarbieri)
IMPONENTE MONUMENTO. La magnífica foto nocturna resalta la belleza majestuosa de la Plaza de Acho, ocultando su entorno ruinoso; Acho resiste enhiesta sus venerables 250 años, a pesar del abandono de las autoridades y de la SBLM, su propietaria, que percibe y aprovecha sus rentas, sin ocuparse de ella durante décadas. (Foto: José Álvarez Blas).
Solo la Plaza de Acho y algunas iglesias coloniales, que forman el marco que hace de Lima Patrimonio Cultural de la Humanidad, son monumentos vivos y vigentes, cuya actividad late y palpita y que lo limeños usan y disfrutan desde su construcción hasta el día de hoy. Su uso no ha cambiado; sigue siendo el mismo, a través de los siglos. Es como si el paso del tiempo no hubiera alterado las costumbres y tradiciones de la ciudad; un fenómeno atemporal que la cotidianidad no nos deja percibir como es debido; lo damos por sentado, sin asombrarnos ni admirarnos.
Sin preocuparnos como es debido por esas magníficas piezas de arquitectura viva. Hace falta que los extranjeros que visitan nuestra ciudad queden atónitos, para que, a la vista de su asombro, nos paremos a pensar en ello.
Pero al ser conscientes de eso, el remordimiento se apodera de los limeños sensibles. Muchos de aquellos monumentos, que en su momento pudieron haber sido restaurados y puestos en valor, llevan varias décadas abandonados a su suerte, mientras se siguen deteriorando.
PARA MUESTRA. Las arquerías, que en airosos ochavos sucesivos, rodean el exterior de los tendidos de Acho, evidencian su monumentalidad. (Foto: Pablo J. Gómez Debarbieri).
El Rímac monumental y la indolencia de las autoridades
Acho cumplirá un cuarto de milenio el 30 de enero del 2016. Se dice pronto, pero significa mucho para Lima; no solo para los taurinos. Deteriorada, envuelta y asfixiada por un entorno urbano abandonado y lamentable, lo grave es que el barrio tugurizado y ruinoso donde está Acho se ubica a escasos metros de las autoridades que deberían haber tomado cartas en el asunto. A solo 730 m del despacho del presidente de la República; a 850 m del escritorio del alcalde de Lima y a 350 m del alcalde del Rímac. Ello hace aun más increíble y censurable la desidia e inacción de esas autoridades.
IMPERDONABLE. La vista del minarete construido por Ingunza, en ruinas y a punto de caer, inspira rabia y frustración. (Foto: Pablo J. Gómez Debarbieri).
Acho y su entorno deben ser puestos en valor; no solo por su importancia histórica –que sería suficiente−, sino porque aprovecharlos para el turismo y para los limeños produciría un pronto retorno de la inversión necesaria, a través de rentas e impuestos. Además –algo vital para Lima− porque morigeraría la amenaza que pende sobre nuestra ciudad, de perder –por desidia e indolencia de los que nos gobiernan− la calificación de Unesco como Patrimonio de la Humanidad. Solo pensar en eso produce dolor de cabeza a los ciudadanos, pero parece ser algo que no afecta ni preocupa a las autoridades.
LAMENTABLE. Vista del barrio, desde Acho, hacia el Paseo de Aguas; huelgan comentarios. (Foto: Pablo J. Gómez Debarbieri).
La tauromaquia siempre ha beneficiado a los más desfavorecidos, aportando sus utilidades para hospicios y hospitales. Acho, desde que se autorizó en 1766 a Landaburu a construirla, ha contribuido con esos fines altruistas. Por ello, esa indolencia es aun más grave para la Sociedad de Beneficencia de Lima (SBLM) –que hoy depende de la Municipalidad de Lima−, propietaria de Acho y receptora de la renta que ella genera, para obras de bien social.
En un año –hasta enero del 2016− se podrían iniciar los proyectos de lo más ambicioso y empezar con lo inmediato, para que Acho cumpla 250 años bajo la óptica optimista del inicio de su recuperación y puesta en valor. Las autoridades nacionales y municipales y la SBLM deben salir de su zona de confort y ponerse a trabajar.
Ellos y los patronatos de Lima y del Rímac deben pasar a la acción, junto a los que deseen ayudar.
ELABORACIÓN PROPIA – GOOGLE EARTH
EJE TURÍSTICO. Al comprobarse el abandono de una zona monumental de Lima, a un paso de la Plaza de Armas, uno recuerda a Raimondi: “mendigo sentado en un banco de oro”.
UN CUARTO DE MILENIO NO ES ALGO BALADÍ
¿Qué requiere la Plaza de Acho para sus 250 años?
Acho debe ser un escenario multipropósito rentable, de uso continuo. No puede estar en un tugurio inseguro, que se cae a pedazos.
Debe unirse peatonalmente con la Plaza de Armas, reconvirtiendo los jirones Libertad, Trujillo y Hualgayoc, comunicando el Centro Histórico con el Convento de los Descalzos, atravesando el río Rímac, Acho, el Paseo de Aguas y la Alameda de los Descalzos.
Hay que expropiar los inmuebles ruinosos que rodean Acho –incluido el Mirador, hoy en estado lamentable− e integrarlos a su conjunto monumental. La Ley 29650, promulgada por Alan García en el 2011, lo declaró de necesidad púbica. Otorgaba un plazo que venció en enero del 2013, para que la Municipalidad del Rímac iniciase el proceso de expropiación (por ejemplo, ordenar una tasación), pero el alcalde del Rímac, Enrique Peramás, dejó vencer ese plazo, sin mover un dedo.
Acho tiene capacidad para 13.188 espectadores, pero actualmente Defensa Civil solo permite 10.000. Hay que reforzarla estructuralmente para recuperar su aforo.
Deben habilitarse estacionamientos. Sin parqueos, no existe futuro. 13 mil espectadores requieren 2.600 estacionamientos. Se han propuesto habilitar los patios de colegios cercanos, facilitando fondos a esas escuelas; pero eso totaliza 11.240 metros cuadrados, solo para 470 automóviles. Para que Acho sea un escenario multipropósito, es necesario encontrar otra solución, que podría ser el Club Revólver (junto a los Descalzos); allí podrían habilitarse 850 estacionamientos. Aún faltaría conseguir 1.300 parqueos más.
ELABORACIÓN PROPIA – GOOGLE EARTH
SE BUSCAN ESTACIONAMIENTOS. Aun habilitando los patios de todos los colegios cercanos, subsistiría un enorme déficit de parqueos.
Hay que poner en valor el museo taurino, hoy abandonado y deteriorándose; ampliarlo hacia la primera planta del restaurante El Mesón, construyendo un segundo piso para el restaurante. Ampliar y modernizar los corrales para toros y mejorar el de caballos. Reemplazar las maderas de las graderías y arquerías. Reparar los atrios de Sol y de Sombra, que están deteriorados. Remodelar y modernizar la enfermería. Un restaurante apropiado, en el atrio de Sol.
Es mucho, pero hay que empezar a trabajar de una vez.