Ponce y Castella por la puerta grande de Acho. La corrida, mansa, bonancible y apenas picada, sirvió a los afanes estéticos del maestro de Chivas y a la verdad del toreo del diestro de Beziers.
(Texto: Juan Medrano Ch. Fotos: Miguel Pardo. Especial para Perú Toros y revista Fiesta Brava)
Tras una temporada de alejamiento forzado de los carteles de Acho, muchos aguardábamos la vuelta en grandeza de los toros del señor Roberto Puga. Nos equivocamos. Ofreció una corrida remendada, con toros que semejaban novillos por malnutridos y esa falta de remate imprescindible para lidiar con dignidad en la plaza más importante de nuestro país.
Apenas señalados en varas, cuatro de los cinco se orientaron rápidamente a tablas, doliéndose en banderillas. Solo el 6° centró la testuz hacia los medios y penosamente desaprovechado por su matador. El remiendo de don Alfredo Galdós, gordo y adelantado, tampoco duró y fue el de menos juego del encierro. En resumen, una corrida mansa bonancible que sirvió a los propósitos de dos figuras del toreo como Enrique Ponce y Sebastián Castella.